10 de noviembre de 2014

De repente
te encuentras a ti mismo
con un boli roto de cartón
en la mano izquierda
y un cúter viejo y afilado
en la mano derecha.

Con la hoja de la herramienta
presionas la ruina del bolígrafo,
y presionas,
y haces un corte limpio tras otro;
de un momento a otro
la hoja se atasca,
y presionas,
y haces un corte en seco
en tu propio dedo.

La piel se levanta,
quizá también la carne que protegía,
todo comienza a llenarse de sangre
y tú te llevas el dedo a la boca.

Es curioso,
el color de tu sangre es precioso,
hasta diría que el sabor es dulce;
puede que te estés mareando
y que hayas llegado al botiquín
sin darte cuenta.

El agua del grifo te hace daño,
pero la oxigenada no escuece
y los golpes de la gasa en la herida
casi no duelen.

Tu dedo es un poema,
tienes un corte amorfo
y un vendaje precario
que le hace juego.

A lo largo de los días siguientes
la herida se abre varias veces
y tú no puedes dejar de mirar
el flujo de tu sangre hacia el desagüe;
miras el apósito
que trata de proteger la herida
y la mierda lo inunda,
eres tan cerdo que no puedes
mantener ni la venda que te arropa.

Te duele,
tratas de evadir el dolor
y te haces manco en el intento;
tu mano izquierda aún es útil
y tú te encargas de hacer 
que parezca todo lo contrario.

Sin darte cuenta
han pasado cuatro días
y tú te has mantenido entretenido
con el corte más profundo y tonto
de tu vida.

Cuando miras el reloj
son las ocho y media,
ella llega en diez minutos de su viaje
y tú ya no sabes si te cortaste
haciendo el gilipollas
o para que hubiera algo 
que doliera más que la distancia.

Mírala,
allí viene con su parka azul,
de repente la estación se vacía
y toda la sangre que has perdido
vuelve a fluir de forma repentina.

Por primera vez desde que te cortaste
la herida supone problema,
al fin y al cabo un dedo vendado
es un dedo menos con el que tocar su cara.

4 de noviembre de 2014

Esto no es un poema.

Carece de rimas,
estilo medido,
métrica refinada,
y si se cuela algún recurso retórico
es pura casualidad.

Repito, esto no es un poema.

No tiene artificio,
nadie lo ha trabajado
y no lo escribe un prodigio.

Insisto, esto no es un poema.

No contiene parábolas
ni simbolismos,
solo sentimientos
e incapacidad.

Eso sí,
si hablamos de ella
todo cambia.

Cada lunar rima con su contiguo,
su sarcasmo es la medición de un estilo,
sus caderas son métrica de oro
y cada uno de sus latidos
una hipérbole.

Todo en ella es artificio,
entenderla es el mejor de los trabajos
y sus dedos con los míos
plumas de prodigio.

Su sonrisa es la mejor
métafora del amor jamás vista
y su espalda
símbolo y signo de paz.

Puedo asegurar,
y aseguro,
que ella sí es un poema.