La Córdoba nocturna, de Agosto, solitaria y húmeda por el riego de los operarios de limpieza.
La Córdoba de la brisa fresca en las callejuelas de empedrado paseo,
del calor abrasante cuando el cielo interrumpe su soplido.
La Córdoba de las conversaciones rezagadas de borrachos capaces de salvar al país de la derrota que la consume.
La Córdoba del que trabaja con la masa para pagar el pan de sus hijos,
del que no duerme por el ronquido de su vecino.
La Córdoba de las parejas escondidas en cada esquina ávidas de orgasmos y embestidas imposibles a la luz del día.
La Córdoba inmóvil al paso de los psicólogos conductores de blancos coches coronados por una luz color esperanza.
La Córdoba del comercio antiguo que resiste al paso de los años y de la arquitectura moderna,
del olor a judío de sus macetas.
La Córdoba del misterio de la noche corredera,
del terror del canto de un grillo en las piernas.
La Córdoba de la Victoria pasajera,
de la aureola del Acisclo patrono,
de la Luna del Rafael protector.
La Córdoba de las tres culturas reminiscentes,
de las vidas que su calor ahogó.
La Córdoba donde cualquiera se enamora,
se destroza
o se muere.
La Córdoba donde vive un servidor.
Qué bonito Jota, estaba leyéndote y al mismo tiempo viéndome en cada verso. Esta ciudad enamora.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar, cosas así le alegran a uno el día :)
EliminarY sí, Córdoba es mágica.