y el olor de Londres me invade,
veo macetas con flores en patios
que no existen bajo esa lluvia.
Estiro los brazos
y la humedad de Edimburgo me baña,
mi cuerpo echa de menos
encogerse entre viviendas de judíos.
Mis pies pasean descalzos
en los verdes campos bretones,
a esta paz le falta olor a naranjas
y un monumento que perdió su nombre.
Viajo
y soy dos mitades,
la primera en Córdoba se queda,
la segunda a Córdoba se lleva.
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