17 de enero de 2013

Caímos rendidos, apagados
por el calor del fuego que nos vio arder.
Hendidos en miseria, podredumbre
de la madera que nuestro hogar quiso ser.
Despellejados a hueso, doloridos
con el corazón inmerso en la hiel.
Malditos por Dios, cosechados
desde el campo de espigas que cultivé.
Iluminados por la oscuridad, fría
entre los dedos que no supe tener.
Pernoctando en piedra, áspera
como el hedor de los sentimientos de ayer.
Perseguidos por Caín, envidioso
del amor encarnado en Abel.
Cazados por la presa, inerte
en nuestro regazo por lo que no supimos ver.
Finiquitados en vida, muerta
ya no nos podrá joder.

2 de enero de 2013

   Encontré el remedio a nuestra enfermedad, la cura a esta muerte a la que nos aboca el tiempo, la inmortalidad eterna del sentimiento que no nos deja ser.

   Déjame tocarte con mis palabras, deja que estas manos -fútiles por la distancia- recorran tu cuello con cada sílaba y besen tus labios en cada acento, deja que la métrica abrace tus caderas y que el ritmo marque el paso de tus contracciones.

   Abandónate a mi ser, impreso en esos textos, inhibe tu alma a otra que no sea la mía, ama al poeta como amaste a ese amante que nos contagió.

   Sé en mi como yo sigo siendo en ti.