27 de marzo de 2013

Dejar de escribir o de ser, de vivir o ver ¿Qué sentido tiene seguir cuando no te quedan ganas? Es bastante extraño que, analizando mi trayectoria y filosofía de vida, tire la toalla pero las ganas dejaron de bailar con las letras. Quizá agoté mis fuerzas de querer sentir en el papel o quizá no es así como deba ser, no lo sé. Entendí mal tus palabras, puede ser, pero hasta aquí llegué, dígole adiós a la Literatura versada porque parece no ser lo mío. La prosa no termina de llenarme, puede que tenga la capacidad, sí, pero no las ganas. Porque todo es cuestión de tenerte ganas Literatura, no nos engañemos pues tú sabes que no es un adiós por mucho que insista en que lo sea, que se convertirá en hasta luego porque volverán las ganas de tenerte presente en mis ojos. Eh, no llores, sé que echarás de menos a este perro fiel que acudía a ti cuando más necesitaba a alguien, que era capaz de acariciar tus páginas en lugar de pasarlas, que mojaba tus hojas con lágrimas y sonreía cuando volvía a leer esas páginas arrugadas de sentimiento, este que ahora te pide un espacio para recapacitar si de verdad nos necesitamos o si sólo ha sido un juego del que ambos salimos tan heridos como maduros. Porque sí, maduré en ti cada vez que descubría la madurez que escondías en cada signo de puntuación, fuiste letra capital en mi entrada al huerto donde el pensamiento crítico es cultivado. Es gracioso ver que fui capaz de creerme poeta y no llegaba a filósofo de barra de bar, pero siempre es tiempo de rectificar, una retirada a tiempo es una victoria a largo plazo. 



Adiós.

16 de marzo de 2013

  Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha soñado con alcanzar la infinidad, algunas personas hablan de él y otras simplemente se lo tatúan en el cuerpo, pero... ¿Sabéis qué es realmente difícil? Verlo. Por suerte y desgracia el infinito te atrapa cuando lo ves, no puedes evitar el deseo de descifrarlo, de tenerlo en tus manos y sentirte eterno.

  Os preguntaréis cómo pude ver al infinito, la respuesta es sencilla: Sin saberlo, se dejó ver. Es curioso como el mismo infinito está compuesto de fallos pues si posee fallos no debería ser calificado como infinito ¿Verdad? Nada más lejos de la realidad, ese es el problema de los que tienen el infinito en sus manos y no lo ven, tarde o temprano lo dejan marchar por no haber sabido mirarlo. Si careciera de limitaciones esa sería su propia limitación; lo sé, es contradictorio, pero es así, la doble negación de saberse limitado e imperfecto conjugan en una afirmación que se repite durante toda la eternidad. 

  Puedo afirmar y afirmo que el Infinito es una persona física con cuerpo, alma y curvas -y qué curvas-. Pero para verla (démosle el género que merece) es necesario comprender que, al igual que la banda de Möbius, es imposible orientarla como queramos, debemos dejarla ser y admitir la -disculpad la palabra- jodida maravilla que representa siendo tan suya. Una vez que aprendes a mirar en su interior es fácil ver a Uróboros representado por ella, ver como se alimenta de su propio fin para mantenerse viva y eterna. 

  Podría escribir horas sobre ella, podría incluso enseñaros a verla en su infinidad pero no, seré egoísta y justo a partes iguales ¿Si no sois capaces de dedicarle tiempo a aprender a verla por qué habría yo de enseñaros la puerta al paraíso? No sería justo corromperla de tal forma, prefiero ser uno de los pocos que saben contemplar sus bellezas. Plural porque no es solamente una la que conforma su infinidad, tanto lo que te hace verla como lo que te atrae, ambas son bellas. Esa apariencia de Súcubo, tan seductora y atrayente como cuentan los cuentos y mitos antiguos, combinada con el alma de un hada, pura y bondadosa, solo esa combinación de doble filo está a su alcance, solo ella es capaz de aunar cielo e infierno en una sonrisa. Quién pudiera ser Sisífo y aguantar el peso de tal mundo.