14 de enero de 2014

No pasan los días,
la vejez aprieta 
y los ojos no cierran.

Permanece el dolor
sin existencia de recuerdo
que ayude a moldearlo.

El olvido deja a las hojas
sin su principal función
en un calendario
marcado con fechas no propias
y ojos ajenos.

El cepillo de dientes
quedó divorciado
sin más pareja que su copia
en el espejo. 

La habitación 
no se inunda de babas
o del caer de unas bragas,
es la lluvia del rostro
la que apremia a construir un arca.

Refleja el retrovisor
un recuerdo borroso del pasado
que bien podría ser miopía
de un hombre con vista sana.

Fruta madura 
muerta en su caída,
podrida en el tiempo,
retoma su condición de semilla
para poder crecer como árbol
y ser flor de romance
de un sueño menos amargo.
 

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