15 de septiembre de 2014

Cierro los ojos
y el olor de Londres me invade,
veo macetas con flores en patios
que no existen bajo esa lluvia.

Estiro los brazos
y la humedad de Edimburgo me baña,
mi cuerpo echa de menos
encogerse entre viviendas de judíos.

Mis pies pasean descalzos
en los verdes campos bretones,
a esta paz le falta olor a naranjas
y un monumento que perdió su nombre.

Viajo
y soy dos mitades,
la primera en Córdoba se queda, 
la segunda a Córdoba se lleva.

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