9 de septiembre de 2014

Ella está perdida.

Cada parte de su cuerpo 
vira hacia un rumbo distinto
dejando su futuro 
a merced de la suerte.

Gira ciento ochenta grados
para ver de dónde viene
y cada uno de sus ojos
le muestra un trayecto diferente.

Le falta destreza en su mano izquierda,
el exceso de confianza de su diestra la traiciona,
ya no mira al frente cuando anda
y su espalda se comba de tanta carga;
tiene en su cabeza un nido de aves carroñeras
y al suelo que pisan sus pies le falta firmeza.

Ella está desolada.

Apenas es nada
y nada de lo que fue
ahora queda.

Hoy llora,
patalea,
se agota
y cae rendida.

Carece de fuerza para levantarse,
en ocasiones hasta parece no querer tenerla;
su cerebro no funciona como debiera,
evita razonar para darse cuenta.

Ella es una puta barata.

Es de todos
y a la vez de nadie;
los que dicen quererla la explotan
y los que dicen odiarla la reclaman.

Se acuestan con ella pidiendo libertad,
eso sí, libertad subjetiva y propia;
basta con disfrutarla hasta cansarse,
dejarla a medias con carreras
y pedirle, después, que sea otra.

Ella sólo quiere ser mujer.

Busca ser libre,
agradar a todos,
ser mimada cuando lo necesite
y no tener que pedir ser escuchada.

Andar descalza sin herirse,
erguirse y mirar al alba
tras una noche de cervezas,
risas y alguna que otra ropa calada.

Busca saberse madre de todos,
sentir desatados en su vientre
millones de corazones.

Ella tan solo es ella,
pero ni tan siquiera eso sabe. 





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