12 de julio de 2012

Silencio...

   Da igual en lo que pienses, nada es mejor compañero que el silencio. El silencio nos deja ser quién verdaderamente somos, nos deja nuestro espacio y, a la vez, se deja encontrar cuando lo necesitamos, nos aporta una serenidad que nadie, excepto un abrazo materno, es capaz de aportar. 

  ¿Os imagináis poder tener al silencio como amante en un menàge a trois? Solamente hablarían los sentidos; La vista nos haría fijarnos en los más ínfimos detalles, el gusto dejaría a nuestro paladar el placer de saciar el hambre de pasión, el olfato precipitaría olores en nuestras fosas nasales que jamás podríamos haber captado, incluso el oído nos permitiría escuchar la dulce melodía que produciría el tacto de nuestras huellas dactilares en la piel de la otra persona...

   ¿Por qué los grandes genios eran noctámbulos? Porque era el mejor momento del día para entregarse al silencio. El silencio libera a nuestra mente de mundanales ocupaciones, de estruendosos ruidos, de interrupciones absurdas... El silencio potencia nuestra capacidad de concentración y nuestra magia interior, poetiza nuestras almas. 

   Resulta curioso escribir al silencio mientras éste te abraza.

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